A veces queremos mucho y sabemos poco. Pensamos que nuestro perro es una prolongación de la familia, que lo es, pero no nos confundamos, no es un ser humano, es un perro. Un perro es un animal de otra raza, por lo tanto no cometamos el gran error  de tratarle como a nuestro hijo.
Cuando nuestro hijo llora le acariciamos, cuando nuestro perro ladra por miedo y le acariciamos, le estamos fortaleciendo y reforzando sus miedos. El perro piensa; “¡¡ah!! Estoy ladrando, tengo miedo y me acarician, lo estoy haciendo bien, seguiré ladrando…”
De ahí que siempre debamos reforzar con una caricia cuando saquemos al perro de la circunstancia de miedo y el perro ya no esté ladrando , ahí es cuando le reforzamos con una caricia.

¿Qué hacer entonces para sacarlo de una situación conflictiva? La correa, no la olvidemos nunca, es nuestra prolongación y vínculo con nuestro perro, pequeños toques correctores, e intentar que desvíe la atención de lo que le está provocando, no prestarle atención a su miedo, que nos vea indiferentes a lo que le está asustando. Si vuestro perro os ve seguros él se va a tranquilizar.
Así que su miedo se le haya pasado, le premiamos con una pequeña palmadita en el lomo y con un reforzamiento de voz “muy bien chico”. Eso bastará para ir reforzando la seguridad en el perro.